El libro El verdadero autor de los Quijotes de Cervantes y de Avellaneda es una obra monumental que rebosa erudición y que nos desvela de manera clara y suficiente la verdadera autoría de la novela cumbre de la literatura universal.  Solo un profundo conocimiento de toda la extensa obra vivesiana podría haber conseguido este resultado y solo podría haberlo llevado a cabo un latinista, perseguidor indesmayable de la verdad, entregado en cuerpo y alma de por vida y durante luengos años al estudio de la gramática clásica y de la literatura renacentista.

La metodología que emplea F. Calero es la clásica de la filología, es decir, la comparación de ideas, de frases y de palabras, esto es, el estilo, entre obras conocidas de Vives y el Quijote. Ya decía Buffon que 'el estilo es el hombre mismo' porque cada persona se refleja en todo lo que hace y cada cosa lleva la impronta de su autor. Los argumentos obtenidos de esta comparación se llaman internos porque son inmanentes e intrínsecos a las obras estudiadas, sin que dependan de ningún documento externo ajeno a ellas, susceptible de manipulación o falsificación. Las concordancias obtenidas por el profesor Calero entre las obras de Vives y el Quijote ascienden a varias centenas, muchas de ellas referidas a detalles concretos y otras casi literales, lo que da una fuerza probatoria fidedigna difícil de impugnar.

Américo Castro ya estableció serias conexiones entre el Quijote y Juan Luis Vives, pues está claro que el Quijote rebosa erasmismo por los cuatro costados y es una obra renacentista, no barroca. Su contenido no se corresponde con la época en que fue publicado sino con una anterior, según A. Rosenblat. El Quijote está plagado de citas de la literatura grecolatina, muchas de cuyas obras no se habían publicado todavía en España y no eran ni siquiera del conocimiento de los más versados latinistas de entonces. ¿Cómo pudo tener acceso a ellas Cervantes, falto de suficiente instrucción y carente de la necesaria para haberlo hecho? Cervantes, en cultura, no puede compararse, por defecto, a ningún otro autor del Siglo de Oro. ¿Cómo podría haber escrito un escritor mediano la obra cumbre de la literatura universal, compendio de la sabiduría universal? Pues el Quijote no es solo una obra sumamente imaginativa sino, sobre todo, una obra eminente y lautamente erudita.

Para escribir el Quijote no solo es necesaria una mente prodigiosa y superdotada, sino también una sabiduría amplísima solo adquirible en largos años de prolongado y tranquilo estudio. Cervantes podría cumplir la primera condición, pero en modo alguno la segunda pues no tuvo estudios y llevó a lo largo de toda ella una vida repleta de viajes y ajetreo. Por el contrario, Vives cumple ambas condiciones largamente porque tenía una capacidad intelectual soberbia y dedicó largos años al estudio reposado como demuestra en sus otras obras, era políglota y dominaba la historia, el derecho, la matemática, la astronomía, la música, la medicina y la teología.

La vigente autoría del Quijote es, pues, un claro fraude  literario mantenido hasta nuestros días porque los investigadores españoles han tenido en poco a Vives, considerándolo medio extranjero y no se han detenido en su estudio, y, a falta de pruebas evidentes, lo más cómodo ha sido mantener la autoría de Cervantes por aquello del ne varietur (dejar las cosas como están).

F. Calero le ha dado, y justificado suficientemente, al Quijote una paternidad digna, al mismo nivel de tan excepcional y única obra.

Dr. Juan Andrés Gualda Gil
Lingüista





Editorial BAC

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